lunes, 19 de enero de 2009

Reflexión por Mary Floreancig de López


NO DEJES PARA MAÑANA
Pasé junto al terreno de cierto perezoso y lo vi invadido de espinas y cubierto de hierbas; sus cercas estaban derribadas.
Entonces, mientras miraba, aprendí esta lección; un poquito más de sueño, dormir un poco más, doblar los brazos un poco más, para descansar significa que la pobreza te asaltara súbitamente como ladrón y violentamente como bandido.
Los perezosos empobrecen pronto, los que trabajan empeñosamente se enriquecen. El joven prudente aprovechará la ocasión, pero que pena da ver al que se duerme y deja pasar la oportunidad.
Trabaja con empeño y serás diligente, se perezoso y nunca triunfarás.
El perezoso ni siquiera adoba los animales que caza, mientras que el hombre diligente aprovecha cuanto encuentra.
Los indolentes desean poseer mucho pero obtienen poco, mientras que los trabajadores prestos y dispuestos pueden prosperar.
Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Sé entendido en los tiempos que estás viviendo, procura siempre saber que hacer y cuando hacerlo, que decir y como decirlo. No te tardes.
Si eres sabio, sabrás el tiempo y la forma de hacer cada cosa.
Sí, para todo hay tiempo y manera, aunque el hombre está abrumado de dificultades; pues ¿cómo evitar que suceda lo que guarda el futuro desconocido?
Nadie puede impedir que se le escape el espíritu, nadie tiene poder para evitar el día de la muerte, pues no hay licencia que libre de esa obligación y de esa negra batalla.
Realiza, entonces, tu obra en tiempo y forma de acuerdo a tus fuerzas, recuerda que al lugar a donde vas no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, el mañana es una nebulosa que no se deja ver, el tiempo favorable es hoy; si meditas profundamente verás que el mañana no existe, porque siempre estamos en hoy, hoy es el tiempo y la hora de levantarnos del sueño y proclamar al Señor y Dios de todos los tiempos. Sí, Señor Jesucristo, te nombro ya mi Señor, mi Salvador, desde ahora y por todos los tiempos.

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