martes, 17 de febrero de 2009

El cementerio.


Vivíamos en una quinta muy grande, con muchos árboles y animales de diferentes especies (gallinas, cerdos, conejos, caballos, patos, un gran estanque con pececitos, gatos, perros, etc.)
Mis hermanos cazaban pajaritos y tenían una jaula enorme en el patio de mi casa.
Las gallinas y las patas andaban libremente, cada una con sus polluelos, caminando y comiendo entre el pasto, y a la noche, se encerraban en el gallinero.
Cuando alguno de estos animalitos moría, teníamos un lugar cerca de una higuera donde los enterrábamos t le poníamos una pequeña cruz con su nombre.
Con el tiempo el cementerio había crecido mucho y ocupaba un terreno bastante grande.
Una mañana al despertarnos vimos a mi papá y a sus ayudantes pasando el arado en ese lugar.
Corrimos a ver, y el cementerio había desaparecido. En su lugar había grandes surcos hechos por el arado, y la tierra nueva y negra estaba lista para ser sembrada.
Nos enojamos mucho con mi papá porque pensábamos que era más importante ocupar ese terreno para enterrar nuestros animalitos que semillas que producirían verduras y frutos provechosos.
Poco tiempo después, nuestro cementerio se había convertido en un hermoso maizal, que se extendía mucho más allá de ese terreno.
Jugábamos entre los surcos, nos escondíamos entre las plantas de maíz porque eran muy altas, comíamos los choclos en la sopa, desgranábamos los más secos para alimentar a los animales, nos encantaba oír el silbido del viento al mover el maizal.
¡Cuánta vida nueva, cuánta cosecha, cuántos frutos, cuánta alegría había producido el dar vuelta la tierra y sembrar en lo que había sido un cementerio!
La muerte que encerró esa tierra antes del sembradío había contribuido a una mejor cosecha, había actuado como abono para mejorar la tierra.
Así es nuestro corazón, de nosotros depende que sea siempre un cementerio lleno de cruces con nombres diferentes: Rencor, Resentimiento, Desilusión, Dolor, Temor, Envidia, Odio, Incapacidad, Impotencia, Ataduras, etc, que sólo producirán muerte, amargura y rechazo.
Permitamos a Jesús entrar en nuestro corazón como Señor y Salvador.
En su Palabra dice:” Hijo mío dame tu corazón”.
Si se lo entregamos y lo dejamos actuar, Él mismo arará nuestra tierra y la preparará para la mejor siembra que producirá la mejor de las cosechas.
La Palabra de Dios es la semilla por excelencia para cada corazón.
Nosotros podemos elegir tener en nuestro interior sólo muerte, o el mejor de los jardines.
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida”.

1 comentario:

  1. ME FASCINO LA REFLEXION!!!!

    ES UNA GRAN VERDAD "SOBRE TODA COSA GUARDADA,
    GUARDA TU CORAZON PORQUE DE EL MANA VIDA"...

    LLENO MI CORAZON GRACIAS!!!

    MUCHAS BENDICIONES!!!

    LOS QUIERO MUCHO...

    ANITA

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